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El nuevo mapa del narcotráfico en América Latina visto desde Europa tras el coronavirus

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El nuevo mapa del narcotráfico en América Latina visto desde Europa tras el coronavirus

Durante la pandemia del coronavirus ha demostrado que los narcotraficantes han gestionado de forma muy sabia la crisis. A pesar de la desaceleración de la actividad, el transporte y las dificultades de suministro, los carteles están explotando nuevos canales y puntos de venta.

Redacción | Primer Informe

Un breve informe de mayo publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC por sus siglas en inglés), reveló que muchos países han reportado una escasez general de muchos tipos de narcóticos en el mercado minorista. El documento señala un aumento sustancial en los precios por región, así como reducciones en la pureza, alentando a los consumidores a cambiar de drogas y también a recurrir a tratamientos para tratar la adicción.

En Italia y Asia Central, las incautaciones de droga han disminuido. En Afganistán, el cierre de las fronteras, en medio del período de cosecha de la amapola, entre marzo y junio, genera tempres de un riesgo creciente de sobredosis en todo el mundo, debido a los productos que usan los revendedores para aliviar la escasez.

Las medidas tomadas por las autoridades para contener la pandemia causada por el nuevo coronavirus han causado una ola de choque sin precedentes en todos los mercados de drogas ilícitas a nivel mundial, desde la producción, pasando por el tráfico y hasta el consumo.

América Latina, el epicentro narcótico mundial, mueve un comercio estimado entre 426 y 652 mil millones de dólares por año, según Global Financial Integrity, un grupo de expertos con sede en Washington, consultados por Le Monde.

Endurecimiento de fronteras

Es en América Latina, donde los carteles obtienen ganancias colosales al producir y transportar cocaína, marihuana, metanfetamina y heroína, fabricada esencialmente en México, el cual es el tercer productor a nivel mundial, además del opiáceo sintético Fentanilo, que se vende en todo el mundo.

En esta zona del mundo, las incautaciones de narcóticos continúan, alcanzando altos hallazgos, a pesar de la pandemia y la recesión económica causada por la desaceleración de las actividades. Esta interrupción del tráfico mundial causada por el coronavirus ha elevado los precios de los productos químicos importados, como la efedrina, utilizada para fabricar metanfetamina, uno de los productos emblemas del tráfico de drogas moderno.

El cierre parcial de la frontera entre Estados Unidos y México también ha complicado la distribución de drogas, según lo revelado por dos miembros del cartel de Sinaloa a un periodista de la agencia Reuters: «Tenemos problemas para cruzar la mercancía», admitió uno de ellos.

En Brasil, por su parte, los traficantes enfrentan problemas de distribución similares. En Sao Paulo, ciudad costera reconocida como un punto de partida importante para una gran proporción de la cocaína sudamericana destinada a Europa, las incautaciones cayeron un 67% en marzo, en comparación con el mismo período de 2019, según datos de las autoridades brasileras. Ciro Moraes, jefe de la policía local, esto mostró que los carteles experimentaron una «recesión» de su negocio.

Decomiso de panelas con estupefacientes. Foto Schneyder Mendoza / AFP

Pero esa recesión fue corta para los grandes distribuidores de drogas en Latinoamérica pues sus redes se han reorganizado en todas partes, a veces con una facilidad que desconcierta.

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Colombia activa

Después de las medidas de contención decretadas el 25 de marzo por el primer mandatario colombiano Iván Duque, el tráfico y la guerra por el control del mercado colombiano se reanudaron como si nada hubiera sucedido.

Colombia tomó la delantera en 2017 en el ranking mundial de países productores de cocaína, después de mantenerse a la sombra de Perú desde el 2010.

Tras el primer impacto por el covid-19, los productores se han adaptado y los traficantes han reorganizado su actividad. El departamento del Cauca, al suroeste colombiano, uno de los bastiones históricos de la guerrilla, además de gran productor de cocaína y marihuana, continúa hundiéndose en una espiral sin fin de violencia y asesinatos diarios que hoy cuentan con casi 60 ejecuciones desde que comenzó el confinamiento.

«Estos narcotraficantes que no temen a Dios ni a la ley, no se sienten intimidados por un virus. La producción de coca, la fabricación de pasta base, los laboratorios que transforman la pasta base en clorhidrato de cocaína… ¡Todo continúa!», dijo el general Jorge Luis Ramírez, al frente de la lucha antinarcóticos de la Policía Nacional de Colombia.

Según la Oficina Política Nacional de Control de Drogas de la Casa Blanca Colombia ha aumentado considerablemente su producción de cocaína. El país tenía 212 mil hectáreas de coca en 2019, frente a las 48 mil que se contaban en 2013, pero expertos consideran que hoy existen más hectáreas de cultivo.

La mejora constante de los rendimientos y las innovaciones tecnológicas en el proceso de transformación de la hoja de coca en cocaína, han impulsado la producción, que alcanzó el récord de 951 toneladas en 2019.

«Desde el comienzo de la pandemia, los precios han subido, pero no se ha notado escasez en bogotá, Nueva York o París», dijo a Le Monde, Daniel Rico, economista de la Universidad Nacional de Colombia y especialista en tráfico de estupefacientes, quien agrega que «las existencias acumuladas en cada etapa de la cadena de producción permiten abastecer a operadores y consumidores».

Calidad peligrosa

A principios de mayo, la policía colombiana incautó 2,5 toneladas de cocaína que habían sido enterradas en tres escondites separados en el departamento de La Guajira, al extremo norte del país. Por esta razón los narcotraficantes generalmente evitan almacenar grandes cantidades de droga en un solo sitio.

El hecho es que las existencias no son ilimitadas y que la situación podría cambiar. «Internacionalmente, como en el mercado interno, cuando existe el riesgo de una escasez, los traficantes venden la coca bajando su calidad», advierte Julian Quintero, un sociólogo y director de una asociación que aboga por la legalización y uso responsable de las drogas, a Le Monde.

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Las mafias colombianas siempre han sido ejemplo de resistencia. La drástica reducción en el transporte les ha obligado a encontrar nuevos circuitos e inventar subterfugios «que los delincuentes pueden hacer muy bien», como agrega el general Ramírez.

El transporte de mercancías, especialmente alimentos, no se ha detenido, lo que ha proporcionado un medio para camuflar la cocaína y los productos químicos necesarios para su fabricación. Aunque a veces las misiones fallen, como la incautación anunciada por la policía colombiana el pasado 9 de junio, de 4.9 toneladas de clorhidrato de cocaína en el puerto de Buenaventura, en la costa del Pacífico. Las drogas estaban escondidas en gránulos de goma.

A principios de mayo, la policía también incautó 500 kilos de una variedad de marihuana denominada ‘creepy’, que es una variedad genéticamente modificada, de rápido crecimiento y mejor calidad, cerca de una ciudad de Cali, a bordo de una ambulancia.

«A diferencia de la cocaína, que es un clorhidrato, la marihuana es una planta que n o se mantiene bien y pierde calidad rápidamente», comentó Quintero.

Por ser más grande que la coca, la marihuana se hace más difícil de transportar. «Por lo tanto, los traficantes transmitieron este factor de riesgo a los precios minoristas. En Bogotá, el sello pasó de 74 centavos a 1,20 euros. Por su parte, el gramo de coca pasó de 7,40 a 9,80 euros.

El aumento es considerable pero incluye un nuevo servicio al cliente, derivado de la cultura generada por la pandemia: entrega a domicilio.

Las nuevas estrategias

Aunque las «mulas» que llevaban pequeñas dosis en avión en su equipaje o en sus estómagos, obviamente han detenido su actividad, pero esto no es un sinónimo de que hayan frenado las exportaciones internacionales.

«Incluso en tiempos normales, es imposible saber la proporción de drogas que salen en avión o en barco», dijo el general Jorge Luis Ramírez.

El comercio es extremadamente versátil y muchas veces se alimenta de decisiones tomadas por oportunidades de último minuto. Sin embargo algo nos dice el dato de que entre el 1 de enero y el 4 de junio, las autoridades colombianas incautaron 182 toneladas de cocaína, un 8% más que en 2019, durante el mismo período.

Por esto, no todos los grupos que viven del comercio de drogas en Colombia (carteles, guerrillas y paramilitares), han adoptado la misma estrategia ante la epidemia de coronavirus.

«En el norte, en la región de Urabá (frente al Mar Caribe y en la frontera con Panamá), el Clan del Golfo optó por un estricto confinamiento y evitó cualquier tránsito en la región. En el este, en la frontera con Venezuela, los guerrilleros del ELN bloquean la entrada de su territorio, pero compran coca a los campesinos. En la región de Tumaco, en la costa del Pacífico sur, las milicias armadas obligan a los plantadores de palmeras a respetar el encierro, pero envían trabajadores a cosechar la hoja de coca», detalla Daniel Rico.

En Perú nadie vende y nadie compra

En Perú la orden de un confinamiento drástico desde el 16 de marzo, afectó fuertemente a la actividad del narco. Desde esa fecha el transporte se ha prohibido a excepción de alimentos y necesidades básicas. El toque de queda sigue vigente inicialmente desde las 6 de la tarde (desde las 4 en algunas regiones), pero se ha flexibilizado ahora entre las 9 de la noche (6 de la tarde en algunas regiones) y las 4 de la mañana.

Ejercito peruano durante operativo contra sembradíos ilegales de hojas de coca. Archivo

Por la noche los soldados patrullan las calles y existen numerosos controles, por lo que moverse es realmente difícil. Varias fuentes han informado problemas con el enrutamiento de las hojas de coca.

Aunque la producción no se ha detenido, las entregas sí están virtualmente paradas. A pesar de lo difícil de conseguir cifras sobre esto, según la policía antidrogas, casi el 90% del tráfico de cocaína está detenido.

Sólo unos pocos, ubicados en las fronteras de Brasil y Bolivia, se mantienen activos, según Pedro Yaranga, un experto peruano independiente en temas de seguridad y tráfico de drogas, quien añade que «desde el comienzo del confinamiento en Perú, la parálisis ha sido casi total en el área de Vraem, la zona de donde provienen las tres cuartas partes de las drogas del país, donde por ejemplo, se reportaron más de cien capturas el año pasado, mientras que desde el inicio del confinamiento, no ha habido ninguno».

«Nadie vende y nadie compra», agrega el especialista peruano. «Aquellos con buenas reservas prefieren conservarlos hasta que las cosas mejoren porque los precios se han ido al subsuelo. No es un problema de demanda externa, sino interna».

El precio de la cocaína para la venta, cayó un promedio de 25% entre enero y abril, según un informe de la Comisión Nacional para el Desarrollo de una vida libre de Drogas (Devida), publicado el 30 de abril, y hasta un 58% en Vraem, antes de subir ligeramente en mayo.

En esta zona su precio por kilos bajó de 1.511 a 619 euros. A nivel nacional, el precio de la hoja de coca ilegal disminuyó un 51,2% en promedio, y el de la pulpa de cocaína en un 20,7% entre enero y mayo.

«Esta situación empuja a los traficantes peruanos a buscar otras rutas, como en las fronteras ubicadas en Caballococha, en la región de Loreto, limítrofe con Colombia, donde se incautaron tres aviones que partían de Perú y cargaban drogas en brasil, gracias a la acción mancomunada de las policías brasileña y peruana», dijo Deny Rodríguez, coronel de la división especial de la policía antidrogas del Perú.

El mercado peruano podría permanecer así durante algún tiempo porque, al comienzo de la cadena, los pequeños productores de coca también se ven afectados. Algunas personas ya no cosechan porque no hay más compradores y cultivar coca es caro pues requiere mucha mano de obra ya que una vez secas las hojas no se guardan.

Percy Perales, presidente de la Federación de productores de Coca al sureste del país dijo que «cuando el presidente de la República decretó la inmovilización social obligatoria, ya no era posible reunir la producción de coca y muchos de nuestros agricultores perdieron su cosecha porque la coca no se conserva por más de una semana, es un producto frágil y perecedero. Si se seca, pierde su calidad».

Existen grupos de pequeños agricultores que venden su producción de hojas de coca en el mercado legal a una empresa que compra su producción a un precio más bajo que el del mercado ilegal, que es lo que les cuesta a estos productores tener una cierta estabilidad.

La coca es consumida en Perú por unas 3,5 millones de personas, quienes preparan infusiones, dulces o para usos tradicionales, especialmente en las poblaciones andinas donde masticar la hoja ayuda como suplemento energético frente a la fatiga relacionada con la altitud.

México, al final del túnel

A raíz de la pandemia del nuevo coronavirus, el 20 de marzo los gobiernos estadounidense y mexicano, redujeron su comercio fronterizo dedicándola a actividades esenciales. Washington además desplegó 500 tropas adicionales para apoyar a los 20 mil oficiales de patrulla fronteriza, lo que no ha logrado aumentar las incautaciones de droga, al contrario estas prácticamente desaparecieron en esta zona entre marzo y abril, según la oficina de aduanas de Estados Unidos.

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«La limitación de los vuelos comerciales desde países latinoamericanos, incluida Colombia, también complica la entrega de cocaína a México», según el análisis de Flako Ernst, especialista en estos temas del International Crisis Group (ICG).

También se ha presentado una escasez de precursores químicos de drogas sintéticas de China e India. «El cierre de los fabricantes asiáticos ha reducido la capacidad de los carteles mexicanos para producir sus lucrativas metanfetaminas, muy apreciadas en el mercado estadounidense», dice Ernst.

Si las pequeñas organizaciones de la mafia se ven fuertemente afectadas, «los grandes carteles tienen un respaldo más fuerte para mantenerse financieramente», dijo el investigador. «Y el crimen organizado tiene una gran adaptabilidad, ya ha encontrado rutas alternativas.».

Los carteles mexicanos han salido a las calles a calmar necesidades de la población.

Según un informe de UNODC sobre los efectos del coronavirus, el narcotráfico está usando túneles fronterizos y vías fluviales para mover sus productos a Estados Unidos.

El 18 de mayo, el ejército mexicano descubrió uno de estos caminos subterráneos entre Tijuana y San Diego. Los 600 metros de largo del túnel poseía un sistema de ventilación, iluminación, con paredes y techo de madera.

Los carteles también han aumentado sus precios. La metanfetamina subió más del doble entre enero y marzo. «Uno de nuestros informantes, un comerciante en México, nos dijo que había recibido un mensaje de WhatsApp firmado por ‘El Mencho’ -apodo de Nemesio Oseguera Cervantes, líder del poderoso cartel Jalisco Nueva Generación-, ordenándole aumentar el precio de las drogas», dijo Chris Dalby, editor de Insight Crime.

Los carteles también han diversificado sus negocios y se ha notado en las más de 2.500 perforaciones ilegales detectadas a la red de tuberías de petróleo de la compañía Pemex, en el primer trimestre.

«El delito cibernático también está en auge», dice Dalby, «los carteles están reclutando hackers para cometer fraudes en Internet como el phishing, que es una vía para robar datos personales», agregó el especialista quien también hizo alusión a otro sector en auge, «el robo de equipos médicos», vinculados al coronavirus.

Frenados internacionalmente, los carteles se están reenfocando en sus bases mexicanas, mientras tratan de sobrellevar la crisis económica, que el Fondo Monetario Internacional pronostica en una recesión del 6,6% este año para México.

La pobreza del país contrasta con los videos en Internet de personas cubriendo necesidades básicas a los ciudadanos de algunas ciudades, a nombre de los carteles del Golfo y de Sinaloa, además del Nueva Generación.

«Es una forma de comprar lealtades», dice Dalby, además de reclutar jóvenes carentes de oportunidades.

Para Flako Ernst, «la conquista de nuevos territorios se convierte en un imperativo de los carteles para refinanciarse a sí mismos. Esto alimenta la rivalidad». De hecho, la violencia no disminuyó con el encierro. Marzo fue el mes más sangriento y la tendencia va en aumento: el domingo 7 de junio fue el más violento del año, con 117 asesinatos en 24 horas.

Esto obligó a Andrés Manuel López Obrador, presidente mexicano, a firmar un decreto extendiendo hasta 2024 el uso del ejército para la lucha contra el crimen organizado, algo que para los expertos acentuará aún más la espiral de violencia.

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