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ANÁLISIS: El sueño peronista que Pablo Iglesias no podrá cumplir en España

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ANÁLISIS: El sueño peronista que Pablo Iglesias no podrá cumplir en España

El ataque furibundo a «los ricos» o las últimas andanadas contra las eléctricas reflejan la ansiedad de Podemos por mantenerse en el foco. La estrategia del vicepresidente trasluce su conexión con Cristina Fernández de Kirchner y con una Argentina cada vez más hundida.

Juan T. Delgado | Vozpópuli

Para llegar de Madrid a El Calafate hay que cruzar 10.000 kilómetros por el océano hasta Buenos Aires y otros 3.000 desde la capital, sobrevolando toda Argentina. Es una ciudad muy conocida por locales y forasteros, pues sirve de base y puerta de acceso a quienes visitan el Parque Nacional de Los Glaciares. Hasta El Calafate viajó Pablo Iglesias el 27 de marzo de 2018 para cumplir un sueño muchos más elevado que fotografiar el Perito Moreno. Tenía cita con Cristina Fernández de Kirchner, la mujer que decidió el destino del país durante ocho años y a quien admiran fervorosamente algunos de los ideólogos de Podemos.

Iglesias es uno de ellos. Para el vicepresidente segundo del Gobierno, el giro que Cristina Fernández dio al peronismo es un ejemplo de alta política bien cocinada. El líder de Unidas Podemos no sólo se ha empapado de la historia contemporánea argentina, sino que ha crecido políticamente rodeado de fans de la corriente que fundó Juan Domingo Perón. Desde el secretario de Organización del partido, Pablo Echenique (argentino, nacido en Rosario), hasta el responsable de Movimientos Sociales, Rafael Mayoral; pasando por Pablo Gentilisu ex jefe de gabinete e íntimo amigo, quien abandonó la sede del partido morado para incorporarse al gobierno de Alberto Fernández, con Cristina Fernández como vicepresidenta.

«Podemos es quizás la única formación política europea que hace una reivindicación y valoración positiva del peronismo. Y los que lo hacen no son los argentinos que participan de Podemos, sino dirigentes e intelectuales españoles que han expresado su reconocimiento al peronismo como movimiento político nacional y popular, innovador y democrático», confesaba Pablo Iglesias al diario bonaerense ‘Página 12’ tres días antes de visitar a la ex presidenta en El Calafate.

La influencia del peronismo de corte ‘kirchneriano’ se palpa en las propuestas electorales de Podemos y ha llegado a colarse, incluso, en el programa del Gobierno de coalición. También sale a flote cada vez que a alguno de los ‘popes’ del partido se le calienta la boca. No hay que rebuscar mucho en la hemeroteca para encontrar ejemplos. El pasado 17 de enero, el presentador de ‘Salvados’ preguntó a Pablo Iglesias si «los ricos y los poderosos son tan malos como pensaba». A lo que el entrevistado contestó: “Son peores (…) «Ningún rico y ningún poderoso está dispuesto a aceptar cualquier decisión por muy democrática que sea si afecta a su poder. Sé que es duro, pero es la puñetera verdad».

La respuesta causo estupor entre los televidentes y una guerra de tuits en las redes sociales. Sin embargo, no generó tanta sorpresa entre politólogos y analistas. El uso del lenguaje para dividir es una vieja receta que muchos líderes latinoamericanos –Hugo ChávezEvo Morales o la propia Cristina Fernández- nunca han dejado de aplicar y que formaciones nuevas como Podemos han incorporado en su ADN.

El ataque furibundo a «los ricos» o las últimas andanadas contra las eléctricas por la subida de la luz reflejan la ansiedad de Podemos por mantenerse en el foco. «El populismo busca siempre el choque entre los buenos y los malos», explica el economista argentino Carlos Rodríguez Braun, catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense. «Para los primeros gobiernos peronistas, los malos eran los representantes de la oligarquía. Desde la llegada de los Kirchner, el foco se puso en el capital y el neoliberalismo«, recuerda.

Desde ‘La Tuerka’ como presentador, desde el ‘púlpito’ de los mítines como líder político y ahora desde el sillón de vicepresidente, Pablo Iglesias ha acuñado y alimentado etiquetas que sirven de arma arrojadiza para sus adeptos y cohesiona a las bases del partido. Siempre se ha referido al Ibex 35 como un bloque compacto, un ente hermético y maligno. Ahora, le toca el turno a «los ricos», metidos todos en un mismo saco.

Al igual que hizo en su día Cristina Fernández (fue ella quien expropió YPF a Repsol en 2012), desde Podemos se ha combatido a los grandes empresarios con el uso calculado del lenguaje, pero también con propuestas muy concretas.

El programa con el que la formación morada acudió a las últimas elecciones repite 51 veces el sustantivo «Estado» y 60 el adjetivo «público». Y plantea medidas tan contundentes como «crear una empresa pública eléctrica para para llevar a cabo la transición ecológica, luchar contra el cambio climático y bajar la factura de la luz»; «recuperar automáticamente la gestión pública de las centrales hidroeléctricas» o el derecho del Estado a «la titularidad de las instalaciones» de compañías que incurran en proceso de «deslocalizaciones y cierres industriales».

El documento que sirve de guía al Gobierno de coalición las deja fuera (lo contrario habría desatado un escándalo). Pero la mano de Iglesias se nota en la apuesta por reforzar el papel de los sindicatos, potenciando los convenios sectoriales; o el impulso del Ingreso Mínimo Vitaluna renta universal que encaja como un guante con la tradición peronista.

Tanto la apuesta por un Estado omnipotente como el afán nacionalizador fueron signos distintivos de los Gobiernos del matrimonio Kirchner. «La escuela argentina ha sido fundamental para nosotros», aseguraba el líder de Podemos en la citada entrevista en Página 12. No obstante, al finalizar aquel viaje poco menos que iniciático, Iglesias admitía a ‘El País’ que «el peronismo es imposible trasladar a una realidad que no sea Argentina«.

«El paralelismo más interesante que puede establecerse entre Podemos y el peronismo no tienen que ver tanto con el peronismo de los primeros años como el que aplicaron luego los Kirchner», recuerda Rodríguez Braun. «Los primeros peronistas gritaban ‘ni yanquis ni marxistas, somos peronistas’. Sin embargo, el ‘kircherismo’ es mucho más de izquierdas. Por eso fue capaz de atraer a más gente joven«.

También lo logró Iglesias tras el 15-M, aglutinando la ilusión de miles de jóvenes con ganas de votar por primera vez, o de virar su voto hacia la izquierda. No ha conseguido presidir un Gobierno como hicieron Nestor Kirchner primero y su mujer después. Pero sí ha alcanzado la meta de sentarse en un Consejo de Ministros… junto a su propia esposa, Irene Montero.

Lea el análisis completo aquí.

 

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