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Casto Ocando | Cuaderno de Notas: el escenario antiterrorista que causa pánico en el narco régimen de Maduro

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Casto Ocando | Cuaderno de Notas: el escenario antiterrorista que causa pánico en el narco régimen de Maduro

El éxito de la reciente operación que culminó con la muerte del líder del grupo terrorista ISIS, Abu Bakr al-Baghdadi, en una zona remota de Siria, fue posible gracias a tres factores: una infiltración eficaz del círculo íntimo del jefe terrorista; una impecable actuación de las fuerzas especiales de Estados Unidos; y quizá, la más importante, una orden ejecutiva firmada por el presidente Trump.

La ayuda de los Kurdos en la infiltración fue crucial. Aprovecharon el resentimiento contra al-Baghdadi, por sus conducta abusiva, para reclutar guardaespaldas que tenían acceso privilegiado a su entorno. Tan cerca le llegaron que la CIA pudo hacer análisis de ADN a partir de su ropa íntima e incluso de rastros de su sangre suministrados por los infiltrados, para confirmar la identidad inequívoca del personaje.

Técnicamente la muerte de al-Baghdadi fue un suicidio. Pero la posibilidad de que el terrorista saliera con vida de la incursión, aún sin chalecos explosivos, era mínima. Entre otras cosas, porque los soldados tenían la orden de capturar al líder de ISIS a como diera lugar, y de utilizar “fuerza letal” (lethal force) en caso de ser necesario.

Legalmente la operación contra Al-Baghdadi se produjo tras la designación de ISIS (como sucesora de Al-Qaida) como organización terrorista. Para Estados Unidos, ISIS no solo era una amenaza de seguridad, sino un objetivo militar.

¿Podría el régimen de Nicolás Maduro ser designado una organización terrorista, y por lo tanto susceptible de una acción similar por parte de Estados Unidos?

Esa es al menos la propuesta del senador republicano Marco Rubio, que está ganando tracción en altos círculos de la Casa Blanca y de la comunidad de Law Enforcement e inteligencia de Estados Unidos.

“El régimen criminal de Nicolás Maduro le ha subcontratado patrullas en partes de la frontera de Venezuela con Colombia a las FARC, un grupo narco-terrorista”, escribió Rubio en su cuenta de Twitter el pasado 24 de octubre. “Es hora que EE.UU. designe a ese régimen como una organización terrorista”, puntualizó.

El argumento ha sido reforzado por el gobierno colombiano, que recientemente presentó un dossier de 128 páginas en la reciente Asamblea General de las Naciones Unidas, sobre los estrechos vínculos de cooperación y protección mutual del régimen de Maduro con las organizaciones FARC y ELN, ambos designados por Washington como “organizaciones terroristas”.

Las agencias de inteligencia norteamericanas lo tienen más que confirmado: Maduro no solo protege sino que actúa en sincronía con estos grupos terroristas o sus disidentes, como se conoce ahora a los comandantes de las FARC que han vuelto a sus andanzas, como Jesús Santrich e Iván Márquez y alias El Paisa.

Todo esto sin contar con las operaciones de lavado de dinero del narcotráfico destinadas a financiar grupos terroristas en el medio oriente como Hezbolá, del cual también hay un largo historial.

Las evidencias señalan una participación directa e indirecta de altas figuras del régimen de Maduro. Aparte del propio Nicolás y el entorno controlado por Cilia Flores y los cubanos, participan también figuras como Diosdado Cabello, Tarek El Aissami, Vladimir Padrino y los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez.

Si la petición del senador Rubio, secundada por los representantes de Guaidó en Washington (Vecchio, Paparoni, Simonovis), tiene éxito, ¿significa que el liderazgo del narco-régimen madurista pueda convertirse en targets u objetivos militares legítimos, como le ocurrió a ISIS y al-Baghdadi?

Esto es precisamente lo que está en discusión en varios departamentos del gobierno de Donald Trump.

Si este fuese el caso, no harían falta los calzoncillos de Diosdado (manchados como los de al-Baghdadi), o los rasgos sanguíneos de El Aissami, para verificar su identidad y presencia.

Al menos media docena de guardaespaldas del Cabello, escapados de Venezuela, han ofrecido información crucial sobre sus paraderos habituales, costumbres y lugares de movilización, las fincas que posee en el oriente del país y los lugares de seguridad que prefiere.

O como ocurre con El Aissami, que recientemente trajo a Venezuela un pequeño ejército de mercenarios sirios, para sustituir a todos sus anillos de protección, porque no confía en ningún venezolano.

O los hermanitos Rodríguez, protegidos por mercenarios rusos que les cuesta un ojo de la cara mantenerlos.

“No sería más complicado llegarles a ellos que a al-Baghdadi”, me dice un funcionario active familiarizado con el tema.

En Siria, los líderes de ISIS asumieron una vida “analógica”, desconectados de la red, para reducir al mínimo las posibilidades de rastreo digital. En Venezuela, las comunicaciones digitales son imparables y revelan al acucioso grupo de monitoreo de la NSA toda clase de mapas de ubicación y contacto.

De ahí la importancia de la declaración del narco-régimen venezolano como una organización terrorista. Una vez que se produzca, se enciende una maquinaria que no para hasta lograr sus objetivos. No importa lo que diga Diosdado, o sus calzoncillos.

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