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Análisis: Trump, Maduro y los posibles escenarios militares en Venezuela

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Análisis: Trump, Maduro y los posibles escenarios militares en Venezuela

Tras la acusación de Maduro y sus cómplices por el presunto delito de narcotráfico, se abre un posible escenario donde lo bélico se asome como elemento disuasivo y finalmente se imponga la máxima de la guerra como continuación de la política con otros medios.

José Raimundo Porras Pérez * | Especial para Primer Informe

Corría el año de 1964 y en el discurso del acto central por el 1 de mayo, Fidel Castro Ruz explicaba el concepto militar de periodización de la guerra. Básicamente las fases eran el resultado de la apreciación del probable carácter de las acciones militares de los Estados Unidos de Norteamérica. En su narrativa destacó la siguiente idea: “…Imagínense que los imperialistas nos invadieran, que por la fuerza del número y, a un precio muy alto, lograran ocupar el territorio, ¿terminaba allí la lucha? ¡No!, terminaba una fase (periodo) de la lucha y empezaba otra, en las ciudades, en los campos y en todas partes…””Pero dicha concepción tenía escasa viabilidad estratégica sin el apoyo político y militar de la extinta Unión Soviética. La supervivencia del sistema comunista necesitaba de un salvavidas que vino de la mano de un hecho geopolítico trascendental: la alianza con Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro.

Desde el arribo al poder de Hugo Chávez en 1999, Venezuela se encuentra inmersa en una grave espiral de confrontación política, ideológica y económica. Esta situación conflictiva se deriva en el persistente interés de Cuba por ejercer el control de las cuantiosas riquezas venezolanas (la ayuda chavista es esencial para evitar el colapso del aparato económico cubano) y como plataforma de su proyecto geoestratégico que es el de promover y proteger su modelo político a través de una estrategia expansiva internacional, aspecto que se evidencia en la creación de organizaciones como el ALBA, CELAC, Petrocaribe y más recientemente la UNASUR.

Durante dos décadas de dominación de la llamada Revolución Bolivariana, el difunto Hugo Chávez y su actual sucesor Nicolás Maduro han disfrutado de un poder absoluto gracias control ejercido sobre casi todas las instituciones que supondrían un equilibrio de poderes o de exigencia en el manejo transparente de recursos. Ante la legítima protesta de la sociedad civil contra un régimen de pretensiones totalitarias y sumamente corrupto, la élite revolucionaria ha respondido con violaciones masivas de derechos humanos mediante un sofisticado sistema de represión policial, que definitivamente ha sido perfeccionado con métodos y tácticas del Estado Cubano; heredero indiscutible de las tiranías comunistas del siglo pasado.

Las relaciones de Venezuela en el concierto internacional, han entrado en una fase de tensión diplomática, producto de las graves denuncias de posibles delitos de lesa humanidad (según Amnistía Internacional, hay un alto nivel de coordinación entre las fuerzas de seguridad para neutralizar o eliminar a todo el que sea si quiera sospechoso de oponerse al presidente Nicolás Maduro) también debemos apuntar el ilegítimo proceso de instalación de la Asamblea Nacional Constituyente, que propició la imposición de sanciones a funcionarios del Gobierno Venezolano incluyendo al Presidente de la República Bolivariana de Venezuela y a gran parte del alto mando de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana; por si fuera poco, en días pasados, el Fiscal Federal Geoffrey Berman acusó a Nicolás Maduro de haber colaborado en un sinfín de operaciones del narcotráfico, en alianza con organizaciones guerrilleras de Colombia.

La respuesta estratégica estadounidense

El Secretario de Estado norteamericano, Michael Pompeo, asoma que la posibilidad de una “…transición negociada rápida a la democracia es la ruta más efectiva y sostenible hacia la paz y la prosperidad en Venezuela…» Bajo la visión de la administración Trump, Pompeo añade que la crisis se abre camino a través de “…un gobierno de transición que organizará elecciones libres y justas”. En este sentido, la estrategia de Estados Unidos para separar del poder a Nicolás Maduro ha tenido dos pilares fundamentales: primeramente la asfixia y el quiebre de la cohesión política de la coalición chavista a partir de paquetes de sanciones de altos burócratas y del bloqueo financiero a las rentas del régimen, lo que de paso provoca un desgaste en las fuerzas castrenses venezolanas; y de seguidas fomentar la presión política exterior a través de una serie de alianzas internacionales.

Una serie de factores convierten a Nicolás Maduro en un reo de su poder político sobre Venezuela. Primeramente debemos resaltar que la supervivencia de Maduro en el ejercicio de la Presidencia de la República es una prioridad de Estado para Cuba, pero, más allá de esto, hay un elemento esencial que sintetiza las razones por las cuales Maduro no abandona el poder: el apoyo incondicional del Alto Mando y de una parte importante de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, soporte basado en la impunidad y la obtención de groseros privilegios. Tras la acusación de Maduro y sus cómplices por el presunto delito de narcotráfico, se abre un posible escenario donde lo bélico se asome como elemento disuasivo y finalmente se imponga la máxima de la guerra como continuación de la política con otros medios. En este caso Washington tendría en sus “opciones sobre la mesa” desarrollar una operación militar con una coalición internacional en suelo venezolano para detener a Maduro y sus cómplices.

Una serie de indicios apuntan a que las autoridades norteamericanas no descartan emprender una acción de violencia legítima para llevar ante la justicia norteamericana a Maduro. La Casa Blanca ha anunciado un despliegue militar en medio de la grave crisis por la pandemia del coronavirus. Fuerzas de consideración han sido desplegadas en el Caribe, en una operación “contra el narcotráfico” en la que participan la Armada, la Fuerza Aérea y la Guarda Costera, el objetivo real de estas unidades está en el de fungir como elemento disuasivo. Por otra parte, la presencia del buque de combate litoral USS Detroit (LCS-7) en la fachada caribeña venezolana es la punta del iceberg de la fuerza de tarea que podría ser empleada en acciones posteriores.

En los días por venir, el deterioro de la situación política y sanitaria en Venezuela podría precipitar la movilización del Comando Sur hacia las aguas territoriales de Venezuela con elementos de un Grupo Expedicionario de Ataque bajo el Comando de la Cuarta Flota con sede en Mayport (Florida); recordemos que el USS Detroit que opera en labores de inteligencia y reconocimiento sobre las costas venezolanas pertenece a las unidades estacionadas en dicha base naval.

El Grupo Expedicionario de Ataque, estaría compuesto de buques anfibios de la Armada Clase L que son plataformas con capacidad para proyección de aeronaves de alas rotatorias, o posiblemente de la clase Wasp que pueden embarcar alas fijas de despegue vertical del tipo AV-8B Harrier, a ello debemos añadir los buques diques con capacidad de proyección de lanchas y vehículos anfibios, y buques de desembarco anfibio que transportan a la tropa de infantería de marina; la fuerza de tarea naval estaría escoltada por destructores clase Arleigh Burke, cruceros clase Ticonderoga, un submarino clase Los Angeles y posiblemente buques oceánicos de las marinas de Brasil, Colombia y Chile (entrenados en los ejercicios Unitas 2019);  a ello sumemos las plataformas navales de apoyo que ha enviado recientemente la Royal Navy de Inglaterra (RFA Argus) y el buque de la clase mistral de la Marine Nationale de Francia.

La tropa de desembarco estaría organizada como unidades expedicionarias de Infantería de Marina (MEU por sus siglas en inglés) Cada unidad podría ser comandada por un coronel de infantería o piloto de combate. La MEU está organizada en un comando; unidades terrestres de combate con batallones de desembarco, reforzados con vehículos blindados LAV-25, artillería e ingenieros de combate; unidades aéreas de combate conformadas por las plataformas Bell AH-1Z Viper, MV-22B Osprey y el CH-53D Sea Stallion; medios de guerra electrónica; vehículos aéreos no tripulados; así como unidades de apoyo logístico.

Como parte de una maniobra estratégica operacional, las MEU iniciarían operaciones de conquista de cabeceras de playa con el apoyo de embarcaciones de lanchas de desembarco aerodeslizante y vehículos de asalto anfibio; pero debemos acotar que más de un tercio de la fuerza de desembarco podría utilizar los helicópteros integrados en su estructura y embarcados a bordo de las plataformas navales Clase L, con el apoyo de los buques de Inglaterra y Francia (Recordemos que bajo el nombre de Defender Europe 20, más de 37.000 efectivos estadounidenses y europeos se encontraban desde el mes de enero en maniobras de entrenamiento de desembarco en varios puertos europeos) El comandante del teatro de operaciones podría usar al Grupo Expedicionario en su totalidad o separar a unidades como sea necesario; pero debemos resaltar que para el logro de sus objetivos militares esta fuerza de tarea internacional se apoyaría en las bases que Estados Unidos, mantiene en Colombia e islas del Caribe.

La opción estratégica de Maduro

Nicolás Maduro emprendería un conjunto de actividades políticas y militares, para rechazar las operaciones de la coalición internacional y las amenazas internas que el chavismo denomina como “quinta columna”, a partir de una postura defensiva-disuasiva. Estas acciones estarían basadas en la doctrina de la guerra popular prolongada que tiene como objetivo imponerle a la coalición internacional una guerra de desgaste material y psicológico con costos inaceptables. En el imaginario de Maduro y la cúpula de poder cubana el costo político, material y humano de una agresión militar contra Venezuela sería prohibitivo y carecería de perspectiva de triunfo a largo plazo. Los jerarcas chavistas confían en el empleo variado y eficiente de todos los recursos materiales y morales de sus acólitos, organizados en el Sistema Defensivo Territorial, como sustento de la capacidad defensiva del Estado.

El fundamento de este tipo de doctrina militar se expresa en la solución de masas a los problemas de la defensa nacional, de manera que en el caso de una agresión militar a gran escala contra Venezuela, “…cada ciudadano tendría un medio, un lugar y una forma de enfrentar al enemigo hasta lograr la victoria…” tal como lo expresó Fidel Castro en los primeros años de la década del 60. Recordemos que en junio del 2013 el entonces ministro de Defensa Diego Molero afirmó que el régimen chavista recibía asesoría militar de Cuba, señalaba además que: “…los militares venezolanos agradecen enormemente a los comandantes Fidel y Raúl Castro, a toda la Fuerza Armada de Cuba y a su heroico pueblo por transferirles experiencias acumuladas con la resistencia contra el imperio más nefasto que ha existido en la historia de la humanidad, que es el norteamericano…”

Ante la llamada “agresión imperial” de la cual sería objeto Venezuela, el Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, ha debido iniciar la Operación Escudo Bolivariano y girar instrucciones a las Regiones Estratégicas de Defensa Integral (REDI), para garantizar el llamado objetivo histórico del Plan de la Patria como lo es el “Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años: La Independencia Nacional”. Cada REDI cuenta con Comandos de Zonas Operativas de Defensa Integral, que tienen previsto organizar y preparar operaciones militares de resistencia y de orden interno con sus unidades operativas como lo son las brigadas de tropas regulares, las áreas de Defensa Integral con unidades de milicias, los comandos de zona para el orden Interno de la Guardia Nacional Bolivariana; a ello debemos sumar las unidades del Ejército Cubano de Ocupación y demás elementos extranjeros que operan en territorio venezolano.

Nicolás Maduro y Diosdado Cabello en repetidas ocasiones han referido que están en capacidad de ejecutar “todas las formas de lucha”. Los mandos venezolanos aplicarían esencialmente dos métodos de combate. El método de lucha regular es un conjunto de acciones de combate que se realiza sobre la base de normas establecidas, que busca la derrota enemiga, o el mantenimiento de regiones neurálgicas en zonas urbanas; las acciones son ininterrumpidas, de diferente intensidad y duración. El método de lucha irregular es un conjunto de operaciones sin un sistema de normas que lo regule, la victoria se busca a largo plazo, por el desgaste de las tropas enemigas, la erosión de su economía y el quebrantamiento de su moral y decisión de lucha, incluso con acciones terroristas en los países de las fuerzas ocupantes.

Estos métodos de combate se ejecutan esencialmente como acciones de resistencia y desgaste. La resistencia se organiza en puntos críticos del terreno de cuyo mantenimiento depende la estabilidad de la defensa, así como en áreas urbanas determinadas. El desgaste consiste en acciones militares de corta duración, inesperadas y sorpresivas, por pequeñas unidades de tropas regulares o de milicias, para causar la mayor cantidad de pérdidas posibles al enemigo en sus hombres, material y equipos para reducir progresivamente su capacidad de lucha. Las unidades que cumplen misiones de desgaste están equipadas con armamento ligero, minas y explosivos, que le faciliten la ejecución de acciones rápidas, ocultarse y atacar al enemigo de forma inesperada.

Los recientes Ejercicios militares “Escudo Bolivariano II 2020”, nos pueden dar una idea de los fines estratégicos de la Revolución Chavista y el Ejército Cubano de Ocupación con respecto a la coalición internacional en el teatro de operaciones venezolano. Para ello es necesario presentar las operaciones como una contienda atroz signada por la brutalidad y la incompetencia de Estados Unidos, y cuyas consecuencias recaerían sobre la gran masa de la inocente población venezolana (recordemos que en los últimos ejercicios se expone, de manera intencional a milicianos sin uniforme portando material de guerra)  Así la propaganda de guerra ocupará un lugar esencial en este escenario bélico, para ello, los mandos militares venezolanos maximizarán los golpes a las unidades enemigas, mostrarán fervientemente a las víctimas de los bombardeos y las posibles atrocidades cometidos contra la población civil.

Al final Maduro esperaría cambiar la actitud de los ciudadanos estadounidenses frente al costo económico de la guerra, crear una posición negativa frente a la intensificación de la guerra, y exacerbar el sentimiento en favor de aminorar las operaciones por parte de quienes desaprueban la forma en que el gobierno de Trump maneja la situación en Venezuela. Pero al final de cuentas Venezuela no es ni Panamá ni Vietnam, la duración e intensidad del conflicto dependería finalmente en la voluntad de lucha de quienes deseen jugar al guerrillero heroico en favor de Maduro y la cúpula chavista en el poder.

(*) José Raimundo Porras Pérez es candidato a doctor en Ciencias Políticas y Gobierno por la Universidad Central de Venezuela, con maestría en Historia militar de Venezuela. Fue Jefe de Operaciones de la Brigada 22 del Ministerio de la Defensa de Venezuela entre 2011 y 2014.

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