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La odisea del español que viajó de Maracaibo a Madrid huyendo del coronavirus en Venezuela

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La odisea del español que viajó de Maracaibo a Madrid huyendo del coronavirus en Venezuela

Antonio Matos fue uno de los 350 pasajeros que regresaron a España en el sexto vuelo humanitario desde Venezuela

La Voz de Galicia

El pasado 25 de julio tendría que haber salido el sexto vuelo humanitario desde Caracas, Venezuela. Antonio Matos (Maracaibo, 1968) habría llegado ocho horas y media después a Madrid, para subirse en un autobús dirección A Coruña y poder reunirse, al fin, con su familia después de diez meses. Pero no fue así. «Una persona de la aerolínea nos comunicó que el vuelo no saldría ese día», relata Matos.

La noticia llegó tras un viaje por carretera entre Maracaibo y Caracas -única posibilidad para moverse por Venezuela- que se había alargado hasta doce horas, cuando, en condiciones normales es de seis. Antonio Matos, hijo y nieto de gallegos, hizo el trayecto con una pareja de amigos. Ambas partes contrataron un coche por el valor de unos mil dólares, después de obtener un salvoconducto para viajar y de haberse hecho la prueba de covid. El camino estuvo repleto de controles: «Nos pararon veinte veces. Te hacían bajar de la camioneta, la revisaban y chequeaban las maletas».

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La cancillería venezolana y la embajada española no consiguieron ponerse de acuerdo para permitir la salida del avión. Según Matos, una trabajadora de la compañía que realizaba el trayecto les explicó que «hubo un documento que había que firmar y la cancillería venezolana se estaba negando». En ese preciso instante, comenzaron las vicisitudes para salir de Venezuela.

Tras cancelar el vuelo, nadie les avanzó nada hasta veinticuatro horas antes de la salida prevista del avión. El cónsul español en Venezuela le recomendó a todos los que pudieran que volvieran a sus casas, a la espera de saber cuándo partiría el avión. Para Matos, regresar a Maracaibo no era una opción: «No quería moverme por miedo a contagiarme». El gallego finalmente pasó los cinco días en un hotel anexo al aeropuerto. «Fueron días al límite para todos, en los que nadie nos decía nada», recuerda Matos, pues la mayoría de los pasajeros sobrepasaban la barrera de los 60 años.

El vuelo partió, al fin, el pasado jueves, después de cinco días en los que la compañía no se hizo cargo de ninguno de los gastos que ocasionó el retraso injustificado del avión.

Ahora, ya en casa, Matos sueña con volver al lugar del que sus padres salieron un día y quedarse aquí, con toda su familia.

 

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