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ANÁLISIS: Maradona y Fidel, Dios los cría y el Diablo dice que tiene la casa llena

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ANÁLISIS: Maradona y Fidel, Dios los cría y el Diablo dice que tiene la casa llena

Como si no bastara el deceso de Fidel Castro para arruinarles cada 25 de noviembre a los cubanos con consignas y nostalgias empalagosas, Diego Armando Maradona acaba de morir este mismo día.

Javier Prada* | Cubanet

Hay coincidencias que en verdad parecen cábalas astrales; o será simplemente que la izquierda latinoamericana tiene un contrato con el inframundo para acentuar la relevancia de algunas fechas que le son propicias. Como si no bastara el deceso de Fidel Castro para arruinarles cada 25 de noviembre a los cubanos con consignas y nostalgias empalagosas, Diego Armando Maradona acaba de morir este mismo día. Pánico sentí de encender el televisor y encontrarme a los comentaristas deportivos rememorando “el afecto que sentía el astro argentino por el líder entrañable de la revolución cubana”.

Lo supe por un vecino que a su vez lo vio en Telesur, y aterrizó en mi puerta para darme la noticia. Me tuve que echar a reír; aquello tenía que ser un chiste. Pensé en lo desagradables que eran Fidel y Maradona; y en el halo mítico que los acompañó toda la vida. En honor al rosarino algunos dirían que por lo menos conquistó una Copa Mundial para su histérica bancada (México, 1986). Pero aquel gol artero, el de la mano de Dios, que le dio la victoria a Argentina frente a Inglaterra en la cita de cuartos de final, y del que tanto se enorgullecen los platenses, demuestra que en realidad el pibe necesitó jugar sucio para alcanzar la más alta gloria, y en eso también se parece a Fidel Castro.

Talento para mover el balón, y la lengua. Eso bastó para que ambos personajes se dejaran construir una leyenda que también revela, en gran medida, cuánto nos parecemos cubanos y argentinos: aquellos felices de ganar con trampa y justificarlo con la espina atorada de Las Malvinas; nosotros ciegos de entusiasmo con un pandillero que ganó el poder y se atornilló a golpe de mentiras, desfachatez y represión. Todo delante de nuestras narices.

Era lógico que entre ambos naciera aquella amistad marcada por la narcodependencia del Pelusa y la artificiosa superioridad moral de Fidel que tan buenos resultados personales le reservó, si bien Cuba sufrió y todavía sufre la hipnosis de los gobiernos latinoamericanos bajo el influjo del tardocastrismo. Así como el engendro de Birán saltaba de una idea loca a otra, dejando todo inconcluso y evadiendo críticas, Maradona intentó dirigir varios equipos de la liga doméstica y el plantel nacional, sin haber logrado éxito mayor que colarse en cuartos de final en la Copa Mundial de Sudáfrica, 2010, donde Argentina cayó 4-0 frente a Alemania.

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Aunque poseía innegables habilidades y en una votación del ranking FIFA fue seleccionado como el mejor futbolista del siglo XX, al Pelusa, como a Fidel, lo arroparon la suerte y la mística que acompaña a las leyendas. Con el nivel que ha alcanzado el fútbol en nuestros días, cuando un crack surge lo mismo en Portugal, Japón o Camerún, hubiera sido interesante ver la evolución del pibe frente a las líneas defensivas planteadas por Josep Guardiola, Joachim Löw o Zinedine Zidane, antiguos jugadores que demostraron su valía sobre la grama y dirigiendo sus respectivos equipos.

También Fidel Castro poseía el don de fascinar. Las palabras eran su balón, las movía a gusto, las escondía, mareaba al contrincante, y gracias a eso se posicionó en el momento histórico indicado, ante la mirada de un pueblo dolido que llevaba años viviendo en un vacío democrático regado con sangre. Aprovechó la hora perfecta para hacerse con el poder sin dejar de diseminar odio, y una vez instalado mantuvo el mismo vacío democrático, pero sin sangre a la vista. Los muertos del castrismo, decenas de miles, aguardan todavía por la justicia en la negrura de las mazmorras, el fondo del mar, la selva centroamericana y hasta el calabozo maltrecho de cualquier estación de policía.

Maradona, a fin de cuentas, solo era un futbolista y su misión era marcar goles. No le costó a los argentinos más que riñas tumultuarias, infartos de felicidad, o ataques de chovinismo y depresión (no necesariamente en ese orden). Eso sí, fue tan cretino como su idolatrado Fidel Castro, al punto de morir el mismo día, de un año también bisiesto. Qué cool.

Insufrible estará la izquierda continental con la luctuosa coincidencia, mientras las redes sociales dejan entrar algo de choteo respetuoso, que mucho se agradece en las actuales circunstancias que atraviesa Cuba. El pibe de oro hizo el gol de su vida. Verdad es que Dios los cría, pero si sigue así, en cualquier momento el Diablo echa la tranca y dice que tiene la casa llena.

*  La Habana, 1979. Graduado de Lengua Inglesa por el Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, durante ocho años fue maestro en los niveles de enseñanza Medio y Superior, donde también debió impartir clases de Historia de Cuba debido al déficit de personal docente. Desde 2014 se desempeña como profesor particular de inglés. En su tiempo libre se dedica a la pesca y el dibujo. Actualmente incursiona en la prensa independiente.

 

Artículo publicado originalmente en Cubanet, bajo el título ‘Dios los cría, y el Diablo dice que tiene la casa llena’.

 

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