Análisis

ANÁLISIS: ¿DEA dónde son los cantantes?

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ANÁLISIS: ¿DEA dónde son los cantantes?

Varias cosas nos revela el hecho de que, desde 2018, el amigo de Teodora haya sido un informante activo de la DEA, y de que su larga estancia en Cabo Verde fue consecuencia de su renuncia a seguir «colaborando» con la agencia antidrogas.

María Eugenia Fuenmayor* | El Pitazo

«Ningún hombre sabio pensó jamás que un traidor podía ser confiado». Cicerón.

Cuando se confía tanto en el control que se es capaz de ejercer sobre su propio entorno y el de otros, suceden cosas inesperadas, tanto para quien cree que puede detentar el dominio absoluto, como para aquellos que se han acostumbrado a creer que, efectivamente, hay quien sea capaz de hacerlo.

Este axioma pareciera ser muy enredado (y sí que lo es), pero apenas hace pocos días pudimos ver lo veraz de tal máxima. En Colombia, por ejemplo, luego de la revelación del exasesor de la senadora Piedad Córdoba, alias Teodora (el mote cariñoso con el que las FARC se referían a ella), que se suma a los innumerables hallazgos provenientes de la muy renombrada computadora de Raúl Reyes, se supo que la señora en cuestión fue capaz de controlar la entrega de rehenes de las FARC en fechas específicas que le aseguraran mayor exposición para su beneficio político y económico, aun cuando esto implicara la prolongación del secuestro y las vejaciones y torturas que esta condición supone para las víctimas.

«Los que creen que el dinero lo hace todo, suelen hacer cualquier cosa por dinero». Voltaire.

Asimismo, la susodicha, gozando (en toda la extensión del gerundio) de la confianza, entre otras cosas, de sus aliados ideológicos vecinos, vio otra oportunidad frente a algunos empresarios de su país para hacer “gestiones de cobro” en virtud de la enorme deuda que con ellos mantenía el régimen venezolano, en la época cuando a Chávez se le cuadraban tirios y troyanos.

Sobre ambas circunstancias, la diputada en cuestión identificó otra gran campaña de imagen para sus fines, pero claro, acompañada de manos expertas, y, según su exasesor Andrés Vásquez, su vínculo con Alex Saab, el famoso empresario barranquillero de nacionalidad compartida, cobró brillo especial.

Desde ese momento, y gracias a Teodora, no solo se logró saldar deudas en Colombia con quienes pudieran haber tenido alguna afinidad con el chavismo (real o simulada), sino que se abrió una ventana de oportunidad única e infinita de negocios liderados por el carnal de Teodora, que ya era cercano de muchos; casi como nuestro Carlos González, que era «el amigo de todos».

Estos casos le trajeron fama (no así prestigio, que es muy diferente). El control sobre sus entornos sería lo que le llevaría a la embriaguez de arrogancia. En este punto me detengo, porque hay que entender para quién ha sido tal éxito: ¿Teodora ayudó a liberar rehenes? Puede ser que sí, pero «a su manera», que ahora conocemos de sobra y que le hizo subir el rating para hacer enlaces con algunos empresarios colombianos y sus panitas del régimen venezolano. Esto, en conchupancia con el barranquillero aquel, quien resultó ser un genio del lobby y aspirante a Jeff Bezos tropical, de cuyos manejos nos vamos enterando ahora en sus exasperantes detalles.

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«Perdono al que roba y al que mata pero al que traiciona, nunca». Emiliano Zapata.

Mientras todo aquel tinglado se construía y se ponía en acción, nosotros solo éramos ingenuos espectadores de gallinero, incapaces de imaginar la llegada del momento del clímax y las cotufas… que ya está aquí, y lo estamos viviendo en esta semana. Varias cosas nos revela el hecho de que, desde 2018, el amigo de Teodora haya sido un informante activo de la DEA, y de que su larga estancia en Cabo Verde fue consecuencia de su renuncia a seguir «colaborando» con la agencia antidrogas:

  1. Que la borrachera se puede quitar con un susto.
  2. Que, después del susto, la arrogancia deja de funcionar y hay que bajar la cabeza.
  3. Que si la haces la pagas.
  4. Que si se la juegas a tirios y troyanos, las retaliaciones te vienen de ambos lados.

Por estos días, pareciera que el régimen ha descuidado un poco sus antiguas disciplinas comunicacionales, dado que debe andar en profundas  cavilaciones, como por ejemplo: si la razón de no sentarse a negociar en México era que el barranquillero “embajador” venezolano debía tener una silla en esa mesa. Todavía no reaccionan con un argumento sustitutivo de cara a esta realidad.

Han confiado ilimitadamente en el poder de su imagen y en la comunicación que han generado, sostenida en guiones que le han procurado algún control. Han sido disciplinados, y durante un buen tiempo nadie se salió de la partitura. Aprendieron a decir las cosas que las mayorías querían oír y se entrenaron para hablar bonito y de manera aparentemente imbatible, pero menospreciando el hecho de que la solidez de un buen posicionamiento se basa en la transparencia y la verdad porque «la imagen puede prestar tiempo pero no lo regala».

¡Estamos empezando a ver los tiempos de cobrar!

Este artículo fue publicado originalmente por El Pitazo, puede leerlo aquí.

*Experta en mercadeo, comunicaciones y reputación. Directora ejecutiva de Interalianza Consultores.

 

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