Análisis

El contundente mensaje sobre la supuesta enfermedad de Cilia Flores que circuló en las redes

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El contundente mensaje sobre la supuesta enfermedad de Cilia Flores que circuló en las redes

Su mirada perdida y la expresión de abandono que la acompaña en estos, sus últimos días, es más interesante que la inmovilidad de una mano que sólo sirvió para causar daño.

Zaya de Mendes | @MendesZaya

No sé realmente si Cilia está enferma. Para mí es completamente irrelevante si le da un infarto, una parálisis o termina suicidándose. Su vida o muerte poco o nada importa en este momento. Si pudiese elegir, me gustaría que llegara sana y en pleno uso de sus facultades al final.

En estos casos, es más fácil enjuiciar a un asesino sano y dejar que caiga sobre él todo el peso de la ley. Los enfermos son verdaderos lastres cuando se trata de justicia y de encerrar a culpables.

Por eso la quiero sana cuando llegue la Caída: para que pague todo lo que nos hizo, para que le apliquen exactamente la misma piedad que ofreció, para que no haya nadie que se atreva a vender su miseria como atenuante cuando llegue la justicia.

Ayer, alguien en esta red colgó una foto de ese día en el que la Primera Narcotraficante caminaba con dificultad. Al ampliarla, pude observar la angustia en su rostro. Ya no era la Cilia bailarina y sonriente sino, la anciana demacrada y temerosa que decidió ser. El miedo es libre y tarde o temprano se devuelve contra quien le ha rendido culto.

El miedo ha cambiado de dueño. Ahora son ellos a quienes les persigue y atormenta. El miedo también paraliza y pesa más cuando somos ancianos. El miedo no puede disimularse y los ojos son las ventanas por donde se asoma. Ayer, mientras miraba la foto olvidé su mano y me detuve a mirar sus ojos.

¿Dónde quedó la Cilia prepotente que se burlaba de la muerte de inocentes y danzaba al compás de un baile macabro? ¿Dónde quedó aquella que meses atrás sería incapaz de retratarse con canas? ¿Dónde quedó aquella que se agarraba de la mano del tirano y caminaba triunfante?

Su mirada perdida y la expresión de abandono que la acompaña en estos, sus últimos días, es más interesante que la inmovilidad de una mano que sólo sirvió para causar daño. El dinero no puede comprar la paz, aunque a veces la disimule. Ya no aparece ufana caminando de la mano del tirano. Se quedó atrás: temerosa y sin máscaras. Donde antes había una mano para sujetarla, ahora sólo hay un puño.

Ha quedado a la merced del destino. Su futuro es tan incierto como el color de su pelo. Sólo se tiene a sí misma para sujetarse y tampoco puede hacerlo con fuerzas. Se acabó el tiempo de gloria y laureles para ella. Sus fantasmas están ahí esperando pacientes la caída, que llegará también con bailes y alegrías, sólo que esta vez, no será ella a quien le toque bailar.

«El que es temido por muchos, debe temer a muchos.»

Publio Siro

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