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La inesperada vida de una joven venezolana en Illinois

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La inesperada vida de una joven venezolana en Illinois

Su historia inspira por su buena actitud ante lo que le ha tocado vivir tras tener que salir de Venezuela debido a la crisis provocada por el chavismo.

Redacción | Primer Informe

Sabrina Páez tiene una sonrisa amigable, personalidad extrovertida y se apresura a entablar una conversación animada. Al conocerla, es difícil creer que acaba de cumplir 17. Páez ha estado asistiendo a la Escuela Secundaria Springfield desde septiembre como estudiante del Rotary Youth Exchange de Maracaibo, Venezuela. Debería estar en Grand Rapids con otros 500 estudiantes de intercambio de Rotary pero, en cambio, ella está en Springfield con su familia anfitriona, Barb y Lee Malany.

No poder viajar debido a la pandemia es, sin embargo, una experiencia cultural en su mente. Páez tiene buena disposición y mira el lado bueno de las cosas. Ella ha aprendido a no perder el tiempo en cosas pequeñas, a repensar cuán afortunada es de tener a su familia y apreciar las comodidades que le han brindado.

En lugar de regresar a Venezuela, Páez se unirá a su familia en Toronto, Canadá. Sus padres se arriesgaron a comenzar una nueva vida y esperar lo mejor, por temor a seguir viviendo en un país inestable.

Páez asistió a una escuela católica para niñas desde los dos años, por lo que asistir a una escuela secundaria estadounidense fue un cambio radical. Los problemas de idioma y no conocer a nadie fueron desafíos importantes. Además, los estudiantes estaban más interesados en hablar con el estudiante de intercambio de Italia que con alguien de Venezuela, ya que la mayoría de los estudiantes no saben dónde está Venezuela ni nada sobre el país.

Los ojos de Páez se iluminan cuando se habla de su país. Está acostumbrada a estar alrededor de un gran círculo de amigos y familiares amorosos, donde los abrazos son la norma. Ahora, le cuesta recordar no abrazar a sus nuevos amigos cuando los ve mientras camina por el parque.

Páez se unió al Rotary Catatumbo Interact Club en Venezuela para participar en proyectos de servicio. Eso llevó a un rotario a contarle sobre Rotary Youth Exchange. No fue fácil de aplicar, pues sin embajada estadounidense en Venezuela, tuvo que viajar a la vecina Colombia para obtener una visa.

Cuando se fue de casa, no esperaba celebrar sus 17 años en medio de una pandemia mundial. Tampoco se dio cuenta de que no volvería a Venezuela. Las condiciones se volvieron más difíciles después de su partida, con apagones masivos, disturbios políticos continuos y sin sensación de seguridad. En consecuencia, sus padres abandonaron Venezuela en enero. Su padre es contador público y su madre trabaja en marketing. Lamenta no poder regresar y ver a sus amigos, pero no tiene la oportunidad de vivir una vida normal en Venezuela.

Páez es muy consciente de los problemas que enfrenta su país: las guerras entre ciudadanos y militares y las crisis socioeconómicas y políticas como consecuencia de las dictaduras de Hugo Chávez seguida por la de Nicolás Maduro. La hiperinflación y el aumento de las tasas de hambre, enfermedades, delincuencia y mortalidad están causando una emigración generalizada. El sistema de atención médica no está equipado para manejar una pandemia. La falta de electricidad, el calor insufrible y el acceso a los alimentos son problemas continuos que Páez ha visto de primera mano.

Páez se ha comprometido a hacer todo lo posible para ayudar a los demás. Mientras tanto, ella florece aquí en Springfield. Estaba encantada de ponerse una toga y birrete para la graduación virtual de SHS. Para graduarse oficialmente de la escuela secundaria, deberá tomar clases adicionales en Canadá. Más tarde espera ir a una universidad y estudiar relaciones internacionales.

Páez disfruta observar la vida cotidiana en los Estados Unidos y describe su experiencia como «una vida en un año». Está interesada en todo, desde lo que la gente come en el desayuno hasta cómo los estadounidenses están respondiendo a la pandemia de coronavirus.

Páez tiene una pasión por el arte, después de haber tomado clases desde que tenía cinco años. Le gusta pintar y aplicó este talento para cumplir un objetivo mientras está atrapada por la cuarentena. Necesitaba mil dólares para comprar un iPad para diseñadores. Vendió sus pinturas a través de Facebook a familiares y amigos y cumplió su objetivo de recaudar los fondos.

«La pandemia me ha dado mucho en qué pensar», dice Páez. «Ver que el mundo está reunido tratando de resolver una situación común me da un rayo de esperanza de que nunca estás solo. En Venezuela sientes que estás lejos, que no hay nadie para escucharte o que te pueda ayudar. Pero, Ver esta situación me muestra que la comunidad internacional nunca se abandona a sí misma».

Traducción libre de Primer Informe del artículo del Illinois Times, escrito por Karen Ackerman.

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