El último sínodo del Vaticano plantea medidas concretas para las mujeres y la «inclusión radical» del comunidad LGBTQ
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Francisco ya ha dejado su impronta en el sínodo, permitiendo que los laicos, y en particular las mujeres, tengan voto junto a los obispos.
Redacción | Primer Informe
Un sondeo mundial sin precedentes entre los católicos ha pedido a la Iglesia que tome medidas concretas para promover a las mujeres a puestos de toma de decisiones, para una «inclusión radical» de la comunidad LGBTQ+, y para nuevas medidas de rendición de cuentas para comprobar cómo los obispos ejercen su autoridad.
El Vaticano dio a conocer el martes la síntesis de un proceso de consulta de dos años, publicando un documento de trabajo que servirá de base de debate para una gran reunión de obispos y laicos en octubre. El sínodo, como se le conoce, es una prioridad clave del Papa Francisco, que refleja su visión de una Iglesia que se preocupa más por los fieles de base que por sus sacerdotes.
Francisco ya ha dejado su impronta en el sínodo, permitiendo que los laicos, y en particular las mujeres, tengan voto junto a los obispos. Esa reforma es un paso concreto hacia lo que él llama «sinodalidad», una nueva forma de ser Iglesia que contempla una mayor corresponsabilidad en el gobierno y la misión clave de difundir la fe católica.
El documento destaca las principales preocupaciones que surgieron durante el proceso de consulta, que comenzó en las parroquias locales y concluyó con siete asambleas continentales. En particular, destaca el impacto devastador que la crisis de los abusos sexuales del clero ha tenido en los fieles, lo que ha costado a la jerarquía su credibilidad y ha provocado llamamientos a favor de cambios estructurales que eliminen su poder casi absoluto.
La síntesis constató un llamamiento «unánime» y «crucial» para que se permita a las mujeres acceder a puestos de responsabilidad y gobierno. Sin plantear la perspectiva de la ordenación sacerdotal de las mujeres, se preguntaba si podrían crearse nuevos ministerios, incluido el diaconado, reflejo de la petición formulada durante años por algunas mujeres de ser ordenadas diáconos en la Iglesia.
El documento señalaba que «la mayoría» de las asambleas continentales y «varias» conferencias episcopales pedían que la cuestión del diaconado fuera examinada por el sínodo.
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Inclusión LGBTQ y más
El documento también preguntaba qué medidas concretas puede tomar la Iglesia para acoger mejor a las personas LGBTQ+ y a otras que se han sentido marginadas y no reconocidas por la Iglesia, para que no se sientan juzgadas: los pobres, los inmigrantes, los ancianos y los discapacitados, así como los que por tribu o casta se sienten excluidos.
Quizás lo más significativo es que el documento utiliza la terminología «personas LGBTQ+» en lugar de la tradicional del Vaticano «personas con tendencias homosexuales», lo que sugiere un nivel de aceptación que Francisco inauguró hace una década con su famoso comentario «¿Quién soy yo para juzgar?».
Incluso la disposición de los asientos para el sínodo está diseñada para ser inclusiva. Los delegados se sentarán en mesas redondas, con alrededor de una docena de laicos y clérigos mezclados en el gran auditorio del Vaticano.
Antes, los sínodos se celebraban en la sala sinodal del Vaticano, similar a un teatro, donde cardenales y obispos ocupaban las primeras filas y sacerdotes, monjas y, finalmente, laicos se sentaban en las últimas filas, lejos del escenario.
A diferencia de los documentos de trabajo anteriores, la síntesis no establece puntos firmes, propuestas o conclusiones, sino que plantea una serie de cuestiones para seguir debatiendo durante la asamblea de octubre. El proceso sinodal continuará en 2024 con la segunda fase, tras la cual se espera que Francisco emita un documento conclusivo que considere las propuestas que le han presentado los delegados.
El documento de trabajo volvió a proponer que se debatiera si se podría considerar la posibilidad de contar con sacerdotes casados para paliar la escasez de clero en algunas partes del mundo. Los obispos amazónicos habían propuesto permitir a los sacerdotes casados atender a sus fieles, que a veces pasan meses enteros sin misa, pero Francisco rechazó la propuesta después de un sínodo amazónico en 2019.
Pidió más «pasos significativos y concretos» para ofrecer justicia a los supervivientes de abusos sexuales. Señaló que los fieles también han sido víctimas de otros tipos de abusos: «abusos espirituales, económicos, de poder y de conciencia» que han «erosionado la credibilidad de la Iglesia y comprometido la eficacia de su misión».
Sugirió que la Iglesia debe reevaluar el modo en que la jerarquía ejerce su autoridad, sugiriendo reformas estructurales, canónicas e institucionales para erradicar el «clericalismo», o privilegio que se concede al clero.
Reconoció el temor y la oposición que el proceso sinodal ha suscitado entre algunos obispos, que consideran que socava su autoridad y poder, pero afirmó que la transparencia y la rendición de cuentas son absolutamente necesarias y que los obispos deberían incluso ser evaluados como forma de reconstruir la confianza.
«El proceso sinodal les pide (a los obispos) que vivan una confianza radical en la acción del espíritu en la vida de sus comunidades, sin temor a que la participación de todos sea una amenaza para su ministerio de liderazgo comunitario», afirma.
Incluso antes de que comenzara el sínodo, el documento y el proceso consultivo que lo precedió ya estaban surtiendo efecto.
La hermana Nadia Coppa, que dirige el grupo que agrupa a las órdenes religiosas femeninas, dijo que todos los que ejercen el gobierno en las órdenes religiosas estaban llamados a desarrollar una nueva forma de ejercer la autoridad.
«Será importante que propongamos un estilo de gobierno que desarrolle estructuras y procedimientos participativos en los que los miembros puedan discernir juntos una nueva visión para la Iglesia», declaró Coppa en una rueda de prensa.
Información de The Associated Press.
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